domingo, 13 de marzo de 2016

Besa como una niña


Cómo te mira. O quizás cómo te trata. O ambas. Ya no sabes decir con qué te quedarías. No es porque sea ella, es por la idea que tienes de ella. Y cómo lo demuestra. En cada mirada. O cada vez que te toca. O cada vez que se acerca a tu cuello y te huele. No es como te presenta en las redes sociales, es más bien como te guarda.

Como respetando lo que no es de nadie, lo protege como si algún día fuera a ser suyo. Nos gusta todo el misterio que esconde. Porque no es lo que enseña sino lo que insinúa. Más que nada en las formas, donde las más malas las guarda para la intimidad. Siendo dueña de los momentos, pero presa de su propio juego. Donde acaba devorada por nuestras ganas. Besada por todas nuestras ansias.

Y nos encanta su sonrisa, pero no por lo infantil de su cara sino por el sonido. Que te llena cada vez que la escuchas. No la quieres hacer feliz, la quieres porque ya es feliz. Y cuando se enfada. Porque siempre es mentira y siempre acaba en abrazo. Como el amor adolescente que algún día perdimos entre nuestros veintipicos, pues va ella y nos lo devuelve. A ponernos la vida desordenada. Como casi siempre acaban las sábanas.

Y te das cuenta, poco a poco, que ya no te importa el qué dirán, sino lo que nunca se dijo. Todas esas palabras sinceras que te suelta porque es incapaz de ocultarte cualquier mentirijilla piadosa. Y entre tanto arrumaco de niña chica te dice que se siente segura contigo. Que le encantas como le miras. Que le encantas como le tratas. O ambas.

Porque al final amamos todos lo mismo. Que al final nos encantan sus labios, pues besa como una niña.

Pero sin embargo te das cuenta, que ama como una mujer.

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