lunes, 29 de febrero de 2016

Fuerza multiplicado por tiempo

Quizás no sea suficiente. Pero no se puede negar que es estrictamente necesario. No hablo de fuerza como tal. No es fuerza de la que duele, de la que empuja, de la que maltrata sino más bien la que se mide con voluntad, con cariño. Fuerza de la de luchar. Contra el miedo, contra cualquier decepción. Contra cualquier pronóstico. Y no. No es el tiempo que utilizamos de excusa, el tiempo que nos pedimos cuando ya no nos queda nada. Es más bien el tiempo que transcurre, el tiempo que nos dedicamos, los instantes donde nos entregamos cuerpo a cuerpo. Allí donde siempre nos dejamos chocar.

No es cualquier fórmula física, ni tiene consigo dotes de ser la pócima contra todo desamor a punto de explotar, pero esconde, y no solo en el título, aquello que siempre nos motiva a dar un pasito más. Me atrevería a decir que son las décimas de segundo justo antes de un beso en la mejilla, de la sonrisa precedente a un piropo sobre tu lunar o cualquier gesto de cariño a punto de acelerar amor.

Porque no es el amor lo que en principio toma velocidad, sino miedo a volverse a equivocar. Y por eso se hace más importante que nunca darse fuerza en cada intervalo de tiempo. Porque al final de lo que se trata es darse apoyo en cualquier etapa "treinteañera" de tu relación. Al final consiste en buscarse un hombro donde llorarse tanto como se rió a los jóvenes "veintipico". Al final, no se trata de tener. Sino de Impulsar. Llegarse a los "sesenta" muy queridos. Muy abuelos. Muy amados.

Y para eso vamos a necesitar dos manos, tan ajenas como cercanas, que nos lleven a cualquier rincón de la cama a darnos una bonita fuerza de rozamiento. Al final se trata de mirarse a los ojos tanto como valorarse los defectos. Se trata. si se me permite la expresión, hacerle el amor al amor. Beber de los besos del otro tantas ganas como verdades. 

Porque es tan fácil como mandar tres palabras pagadas a los labios de aquella mesa. Invitarse a una vida. Convidarse todas las noches en mil caricias. Perderse con los dedos entre tu cabello todas las mañanas mientras aún duermes. Al final se trata de, en cada segundo, darse fuerza multiplicada por tiempo.

De que haya cantidad y más cantidad de movimiento. Pero con toda la calidad que se merece tu esfuerzo, tus besos, tu sonrisa, o como quiera que se llame aquello que aún no tiene ley física pero que atrae, independientemente de la edad, independientemente de la distancia, del destino. Independientemente de la fuerza. Pero sobre todo; independientemente del tiempo.

jueves, 25 de febrero de 2016

Equivocarse Mucho


No me fío de nadie que todo, absolutamente todo, lo hace bien. Ni de aquellos o aquellas que saben más que hacen. No me fío de la gente que no comete errores y muchísimo menos de aquellos o aquellas que nunca han tenido un traspiés, que nunca se han equivocado, que todo lo han hecho bien.

Sí. Odio a la gente perfecta. A esa que nunca han sufrido un mal de amores. Todos esos narcisos del amor que nunca han llorado. Me da terriblemente pavor cruzarme con toda aquella que siempre tiene un "porque yo" en la boca. Miedo a todas esas que el ego le viste de prada. Que el diablo le besa los pies.

Sin embargo me encantan las imperfecciones. Ese lunar que está ahí para romper con toda la hegemonía de la cara. Me gusta una mujer sin maquillar, una camiseta ancha sin sujetador. Un domingo nublado. Una lluvia en mitad de julio por la playa. Me encantan los errores, los cometidos y los que están aún por cometerse. Porque nos devuelven de una sola hostia, toda la lección de golpe. Son los que miden la equivocación de una relación. Porque amar es equivocarse mucho. Porque amar es, solucionarse muy juntos.

Y me atrevería a decir que los mejores amantes son aquellos que se han equivocado mucho. Los que han sufrido de lo lindo. Creo que se ama mejor, cuanto más veces hayas besado el suelo. Contra más veces se haya tropezado con la misma piedra. Por eso me gusta valorar a las personas por sus errores. Por todas esas veces que se han tenido que levantar una y otra vez.

Por eso nos gusta tu lunar. Por eso nos gustan vuestros defectos. Porque nos encanta tu singularidad. Aquello que os hace única entre un montón, de falsos aciertos. 

martes, 23 de febrero de 2016

No te enamores

Hazte un favor, no te enamores. Si de verdad ésto de amar no es lo tuyo, ni nadie ha venido a reivindicarte, no te vendas al peor postor. Si las cosas no funcionan y todo ha sido más capricho que destino, lárgate. Búscate un hueco entre algún error cometido y una oportunidad desperdicia. Por que ahí, ahí es donde hay que empezar a valorarse. Entre algún fracaso no muy lejano y todos los dependes que se dejaron soltar como veneno aséptico a los labios de algún o alguna inocente.

No os lo toméis como regañina. De hecho, probablemente, no tengáis ni la culpa. Porque ésta siempre se la encasquetamos a los demás. Da igual lo que se haya hecho, que todos coincidimos, al final de cada decepción, que ésto del amor era unidireccional. Como si nos excusara de toda condena. Como si tuviéramos que demostrar que fuimos buenos allí donde no supimos portarnos tan bien. Y no, no es un eufemismo de cualquier noche.

Porque si de verdad te pones a pensar, allí donde nos peleamos siempre acaba en la misma cama. Hasta que un día ya no se puede más, y acaba deshecha, y con arrugas imposibles de ocultar. Creemos que sabemos todo sobre el amor, pero así, en malas palabras y con total sinceridad: No tenemos ni puñetera idea.

Es más, no sabemos ni con quién. Aunque eso, viendo la televisión un poco, parece que poco importa ya. Y no, no tenemos solución. Esto no es un post de autoayuda ni yo soy un gurú del hamor. Equivocarse siempre ha formado parte del plan. Pero si de verdad quieres que te quieran, la solución no es enamorarse.

La solución es, dejarse enamorar.

lunes, 22 de febrero de 2016

Darse Credibilidad


Se lleva la incredulidad por bandera. Ahora, todo amor sabe a plástico. Últimamente, todo caduca. Pues ahora es cuando precisamente hace más falta éso. El quererse por adelantado. Como pagar un anticipo de todo lo que se pretende dar. Una fianza puesta al corazón de la otra persona. Darse confianza. Que mucha gente lo confunde con fingirse mucho. Perdiendo así toda credibilidad.

Cuando las cosas aún ni hayan empezado, cuando los besos ni se hayan rozado. En ese momento donde las miradas juegan tanto como el olfato. Donde el amor se sirve en copas de buscarse. Ahí donde las confianzas aún no dan asco. Ahí es cuando más hay que prestarse. Ahí es donde más hay que estar. Ya no te digo ser sinceros, sino exigirse más allá. Algo así como 'sinperos'. Que se sienta de verdad que se quiere amar.

Porque al final de lo que se trata es de hacer el amor tanto como darse credibilidad. Que no darse visibilidad. Porque no vale con creérselo o posturearlo, es que además hay que serlo, y sobre todo, estarlo. Nos han enseñado tantos 'se acabó' que ya todo principio suena a final feliz. Como si lo que aún está por empezar, que podría ser magnífico, tuviera ya puesta la fecha de caducidad. Como si esas miradas no sirvieran tanto por culpa de unos intervalos de confianza que se partieron en trocitos más pequeños imposibles de volverlos a juntar.

Y al final resulta que desconfiamos más del que menos tenemos que desconfiar. Las confianzas que nos tomamos, sin embargo, con aquellos que mejor nos supieron engañar. Que al final todo lo que se diga cuenta, según que boca y que cuerpo nos lo vaya a promocionar. Somos la sociedad del depende. De las etiquetas fisiológicas. Del prejuicio inicial.

Es increíble pero se ha dejado valorar el todo por el nada. Ya no nos creemos. Podríamos querernos mucho pero siempre tenemos un 'no sé' puesto en una excusa disfrazada de cualquier mes, de cualquier día, de cualquier momento. No se busca amar. Se busca tranquilidad. Con la idea equivocada de que son dos cosas totalmente diferentes, cuando no es verdad.

No se busca una persona que te complemente sino alguien que pague una fianza por ti muchísimo mayor que la propia verdad. Porque ésta ha perdido valor en cualquier momento de la relación. Por eso voy a romper una lanza en favor de aquellos y aquellas que lo dan todo nada más verse. Aquí una declaración de intenciones a los que vienen a confiarse de lo lindo.

Mis felicitaciones a toda aquella que vino a dejarse querer. Porque entonces no habrá prueba mayor de amor que aquella de darse confianza. Incluso antes, de darse amor.


sábado, 20 de febrero de 2016

Potencia partido por Resistencia


Me acuerdo de la ilusión que desprendíamos, saliendo de cada poro de nuestra piel. Dejando un ambiente de calma, serenidad, de querer estar juntos allá donde se fuere. Me acuerdo de los besos de sábado tarde. Todos los que nos invitamos cada vez que llegaba un poquito de buen tiempo. Un poquito de estar juntos para dedicarse. Los mismos minutos y segundos que nos los gastábamos uno en el otro. Como si fuera la paga de la semana. Invertida en el mejor sueño de cada noche. Creo que no recuerdo mayor satisfacción. La sensación de haberse querido bien. De haberse recordado mejor aún. La potencia con la que amábamos. La poca resistencia que nos poníamos a dejarnos querer.

Al final te das cuenta que lo importante no es la duración sino la intensidad. Que en la fórmula no existe el tiempo. Se observa que contra más potencia, mayor intensidad y que contra menos te inhibes, mayor se sentirá. Increíble como una fórmula física nos puede dejar caer la electricidad de una relación. El quererse con muchos vatios de potencia, el dejarse llevar con poca resistencia. Al final no se trata de saberse enamorar, sino de formularse mejor.

Encontrar la simbiosis perfecta entre te quiero y ya no te quiero. Conocerse entre todos los 'síes' y todos los 'noes'. Quererse y dejarse querer sin medir segundos ni distancia 'añorable'. Resistirse más allá de una simple boca. Devorarse, más allá de una piel. 

Por eso se nos acaba todo cuando ya no hay potencia. O cuando todo el querer de uno no se puede dividir entre cero. Cuando nos resistimos demasiado o cuando a la relación no le echamos bemoles.

Menos mal que siempre nos queda este rinconcito de la semana llamada sábado por la tarde. En esa humilde y cálida esquina del sofá. Donde la intensidad siempre ha sido potencia partido de resistencia. 

Donde tú y yo interactuábamos con gusto. Hablando de nosotros. Besándonos sin besos. Abrazándonos sin ropa. Queriéndonos, conociéndonos. Produciendo electricidad estática. Electrocutándonos de amor. Del bueno.


jueves, 18 de febrero de 2016

Fíjate qué Tontería


El amor es para aquellos que se dejan encantar. Para todos los 'dispuestos a'. Para todas esas chicas inteligentes vestidas de 'dejarse querer'. El cariño es para los que se dejan tocar. Los que disfrutan de las primeras horas de besos por las mañanas. De toda aquella que se deja mimar con gusto.

El amor es, fíjate que tontería, para quién llegue antes y se lo pida. Con la cláusula firmante de que no podrá ser devuelto. En todo caso compartido. El amor es para los valientes. Las que arañan espaldas a conciencia de que los besos serán más intensos, rozando las mordidas de unos labios que acabarán con la cara llena de pintalabios. El amor es para quien lo hace, con todo el beneplácito de quien lo recibe.

Y es que a veces los pequeños detalles son los más brutalmente descarados. Como si la valoración de afecto fuera inversamente proporcional a toda la intencionalidad. El refrán ese bien dicho que dice "sin querer, queriendo." Y ahí te ves, en los bordes rojos de aquella que acaba de pronunciar tu primera mayúscula. El acto más humano y primitivo de dedicarse tiempo. El hecho de que todo empieza como casi sin intención.

Probablemente la prueba más dócil de que el amor es tan espontáneo como un acto involuntario. Un clic que se activa en el subconsciente de cualquier torpeza que va de la mano de las costumbres del día a día. Y es que, fíjate qué tontería:

Me gusta cuando me llamas por mi nombre.

martes, 16 de febrero de 2016

Hoy, Cualquiera de Febrero


Entre lo vivido, lo que se vive y lo que queda por vivir, siempre me ha gustado lo que queda por venir. De todos los momentos mágicos, de cuando estás agusto con una persona, los momentos sofá a la luz de una chimenea, o habitación a oscuras donde las manos ven más que tocan, o el momento paseo por cualquier ciudad desconocida, a mí siempre me ha gustado el después.

Como hoy por ejemplo, ¿no?, un día cualquiera de febrero, después de San Valentín. El anonimato de un tiempo que nadie valora y que en realidad vale oro. Ese instante que viene detrás de todo lo efusivo, de todo folclore. Los tiempecitos de después de una gran guerra en la cama. Los tiempos de después de un largo tiempo sin vernos. Las horas finales de una tarde que se ha pasado volando con tus besos, tus abrazos, todas tus sonrisas.

Siempre me ha gustado todo lo que venía detrás. El tiempo de pensarse cómo hacer para sorprenderla de nuevo. Esa obsesión, sin pretender serla, de amarte una y otra vez. Pedirse a sabiendas que nos acabábamos de despedir. Yo siempre me quedaba con éso. Con volverte a ver. Por eso siempre me ha gustado valorar el tiempo de extra de toda relación.

Valorarse más allá del presente y preguntarse si quererse a las espaldas es igual de importante que decirse te quiero a la cara. Siempre me han gustado más lo besos a destiempo. Los abrazos sin avisar. Los últimos minutos de todos tus "no te vayas". Pero siempre he querido volver.

Por eso me parece hoy un día especial. Un cualquiera de febrero. aún nos queremos.