miércoles, 11 de noviembre de 2020

El amor no existe

El amor no existe. Y el amor se va. Prosa que se aprende cuando has querido a contrarrembolso. Cuando fuiste el último en irse. Cuando ella jugaba con las fotos de otro. Cuando jugaban contigo pero sin ti. El amor no existe. Como conjetura aún por demostrar, como hipótesis de que podamos rozar la esperanza de que nos pudieramos equivocar.

El amor no está. Ni va a venir. Porque al amor hay que ir. Al amor hay que llegar. Buscarse entre los trozos de una relación que te dejó en trocitos de un puzzle al que siempre le faltará una pieza por terminar. El amor no existe. Como excusa de no atreverse, como miedo que todo lo vence. El amor no existe como ejercicio pa' casa, como antesala de todo lo que va a fracasar.

Que ni exige ni demuestra. Sentencia. Como final de capítulo, a otros besos, a otros ruegos, a beberse otras mentiras. Aquí, en ese momento se empieza desde cero. Desde el cero más natural. Que hemos empezado a restar todas las promesas que se quedaron en el tintero. Que nos multiplicaron las ganas con un gran negativo delante que lastró todas nuestras esperanzas positivas, convirtiéndolas en la regla de signo más cruel de las matemáticas: que más por menos es menos, te pongas como te pongas.

Y el amor no existe. Entre risas de cualquier verdad incómoda. El amor no existe entre ninguna sábana de hotel, entre ningún labio pasado que te vendió amor, cuernos y una bonita relación de instagram. El amor no existe en ese rincón de despropósitos al que un día le llamamos cariño, a todas esas excusas de rincón que quedaron por barrer.

El amor no existe. Como eufemismo de que mal nos quisimos. Como hostia a mano abierta a cualquier tiempo que está por venir. Para dar de antemano tu postura de todo aquello que te gustaría leer pero del que no te crees. El amor no existe como religión, como prueba de una fe ciega a todo pasado que te olvidó.

Y el amor no existe. 

Salvo en los hoyuelos de tus comisuras. Salvo, en casos excepcionales, en cualquier domingo que me regalabas de sudaderas anchas y palomitas. El amor no existe salvo en tus deseos que se mezclaban con las palabras, con los te quiero que sonaban a quedarse. No existe salvo en el conjunto de los reales, allí donde no queda hueco en el sofá, donde no hay imaginarios rompiendo el sueño.

El amor no existe, topológicamente, lejos del borde del cuerpo. El amor no existe de piel pa' fuera. En la frontera donde se pierden mis besos y mis dedos. El amor no existe a una distancia épsilon elevado a menos uno de tu cintura, de tus labios, de tus celos.

Porque fuera todo ésto, fuera de todo verso,

El amor existe.

Aunque tú sigas leyendo una y otra vez este texto.

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