domingo, 30 de diciembre de 2018

Una confesión bajo un beso

Te confieso que te leo con miedo a acabarlo. Pues cuando se acaba se me hace eterno el tiempo para el siguiente. Confieso que lo vuelvo a leer pero no para pararme en tus letras sino para que la espera se me haga menos corta. Confieso que no te esperaba, que no te creía un ápice de lo que me vendías. Desconfiado me tienes cada dos días implorando tus letras. Confieso que nunca imaginé que fueras a ser mi nueva religión. Que no tenía fe en encontrarte y muchísimo menos en volverte a leer.

Confieso que me encanta la forma en la que me esperas. Pero más me gusta la forma en la que te apareces. Las formas que tienes de deshacer mi vida, mis pasiones. Que destronas cualquier vicio a un segundo plano donde nadie te pisa los tacones. Que acaban esparcidos en la habitación que nos vió pecar de lo lindo. Quitándome la ropa con la mirada. Quitándome la mirada con tus manos. Y haciéndome el amor con tus labios, besándome con los ojos. Pasión apretando con fuerza tus piernas sobre mi cuerpo. Sin poder escapar de tu aroma. Tocando cualquier posibilidad de quedarse.

Y que ya no es cualquier conversación ni cualquier rezo a la intención. Que venero la forma en la que comunicas pero, mas si cabe, la forma en la que entras sin pedir permiso. Y que estoy enganchado a mi propia medicina. La que yo mismo te enseñé. Que nunca me he parado a leer tanto pero mucho menos a besar sin labios. A amar sin tocar. A tocar sin tenerte. 

Confieso que me dejaba llevar por todo aquello que tenía un final a vista. Como el que se encapricha de un amor de verano. El que se deja cegar por una estrella fugaz. Me enamoré de tu velocidad, donde me demostraste que ya no era espacio partido de tiempo. Y me fui detrás de todas esas cortas esperas, esa eternidad de tiempos, de textos empausados por iniciar, por seguir, por elaborar, de conversaciones a besos de entrar despacio entre mis labios, de prosar. 

Confieso que sin ser animal de costumbres, me gustó encontrarme ahí tus besos, todos los días, donde fue desde el principio. Siempre la misma rutina de, habiéndome querido bien, quererme aún mejor. Confieso, adicción a versarte, que no te escribo yo por otra cosa que para que me busques, para que me leas. Confieso que no desgrano yo mi alma por un cualquiera. No pienses que escribir es cotidiana acción en mi tarea.

Confieso que no juego desde que perdí dos o tres veces. Donde siempre me he levantado llorándo la caída mucho. Que en todas, yendo sólo, he sabido enamorarme de nuevo. Buscando ilusiones,no para tenerlas sino para rozarlas, miedo a romperlas.

Y confieso que guardo un poquito de lo nuestro en cualquier párrafo venidero pero que, con toda seguridad, no pienso confesar,

Bajo ningún beso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...