sábado, 24 de septiembre de 2022

No Querer Naufragar

No querer naufragar. De aquello me enamoré, de todo estas veces que nunca nos dio por pensar que quizás tú y yo sí, que podría existir otra ruta alternativa a aquellos indios de cubata, barba bien perfilada y camisa rosa de piqué. Creo que no supimos gritárselo bien al mundo. Con un mapa roto de tesoros pasados, en busca de una tierra que no queríamos. Así fue como me enamoraste, dibujando equis rojas por las noches, y que borrabas al alba en tu camarote.

Eso fue el amor. Que no hubo mejor ostia que aquella tormenta que nos devuelve, una y otra vez, a esta orilla casi vacía de travesías. Donde siempre que llegas te empapas de mis letras mojadas, leyendo a escondidas de cualquier amor, de cualquier vida, de cualquier beso, de cualquier tinder

Eso es lo que me gusta de todo un nosotros. Que aún está por descubrirse. Que haces de cualquier otoño, una ampliación de verano. Que no hay mejor marca de labios que los nuestros esparcidos por aquel mar de sábanas, por aquella maldita noche, donde no supimos enterrar el hacha de guerra, donde no hubo más heridas que los arañazos que nos dejamos en la espalda.

Que no supimos que estábamos ahí. A menos de una legua. Ambos siguiéndonos con nuestras brújulas de instagram, que sin marcar el norte, nos lleva de vez en cuando a algún escrito como éste, en alguna foto como las nuestras, en un te quiero no dicho. Dándole likes a cualquier bandera pirata que fondee tu horizonte, surcando los mares de cualquier viceversa, de cualquier traición.

Eso es lo que nos da miedo. Naufragar en aquellas islas paradisiacas de las tentaciones. Que te dejan dos rosas, una noche y un pasado herido. Por eso vas con ese corazón como coraza, con esos labios secos de amor. Creyéndote Cuba, San Salvador o Santo Domingo. Encayando mi nave Santa María en un banco de arena de mentiras de La Española.

Recogiendo los enseres esparcidos en el último oleaje, algún que otro baúl lleno de escritos por escribir. Donde todos llevan su nombre. Todos firmados a mano. Tras un bendito adiós, nos prometimos un volveré adolescente, un inocente te quiero, una fugaz historia bonita de amor.

Hasta aquí. Que diviso tierra. Y aún no me quiero ir de la mar.  Todo ésto fue lo que contesté cuando me preguntó, que sería enamorarse. 

Ir cegados a cualquiera de Las Indias. Tú siendo cualquier América, 

yo creyéndome, el mismísimo, Cristóbal Colón.

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