sábado, 8 de enero de 2022

Miedo a volar

Miedo a volar. A coger las maletas de toda una desilusión y cogerse otro vuelo, otra vida, otro amor. De estos que vas sin billete de vuelta. Miedo a volar solo. A buscarse un nuevo destino sin compañía. A perderse en cualquier Europa de su piel. A pedir patria en cualquier esquina de su boca. Miedo a desayunarse en una cama de hotel, a moder el polvo, de ropas al suelo, de tonto el último, de amores intermitentes. Miedo a quererse según agenda, dependiendo de la estación, con todo lo que eso jode, con todo lo que eso molesta. 

Miedo a todas esas colecciones de besos al aire. Que se fueron con una bonita sonrisa y jamás tuvieron la decencia de decir el porqué. Miedo a todas esas que cuando más le escribías menos leían. Miedo a volar así, otra vez, a tener que vivir más lo prometido que lo cumplido. Miedo a volarse a besos sin pisar tierra, sin pedir permiso.

Miedo a tu viaje de vuelta. Cuando vengas de esa relación ajena donde se viajaba mucho, pero no se te quería nada. Donde se valoraba más lo material que cualquier vuelo de tu pelo, que cualquier sonrisa de tus celos. Miedo a las ilusiones que vas a dejar en cualquier puerto y que yo tanto te regalé. Miedo a tu viaje de vuelta a mis hombros. Miedo a que nuestros rumbos no vuelvan a coincidir como tantas otras veces nos regaló el dichoso destino.

Miedo a que cojas las maletas y no vuelvas. A que te escudes en cualquier frase de internet para justificar tu ausencia. Miedo a irte a buscar a tu mismísima tierra y que no aparezcas. Miedo a todas tus idas y venidas, que con un sutil giro de la situación me devuelven a atracar mi barco en cualquier isla, en cualquier labio.

Miedo a volar.

A volar sin ti.

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