miércoles, 21 de junio de 2017

Somos difíciles

Nos va el miedo. Lo jodidamente difícil. Lo intratable. Nos gusta tener las cosas por alcanzar, las metas por conseguir. Nos va la droga dura. La que va directa, como dicen los antirrománticos, a la patata. Nos gustan que nos vendan las cosas como imposible y ya de tanto en tanto, currarnos un "te lo dije" proporcional a todos los "te lo prometo".

Así nos va. Así me va. Dejándome el tiempo en una de éstas casi imposibles. Dándome de dientes contra todas sus mordidas. Acorrolado por tantas indirectas que ya no sé si tengo ganas de besarlas o guardarlas para tiempo de vacas flacas. Engatusado por un amor que ni veo, que ni toco, pero que tanto me abduce que a saber cuál es el antiestamínico de tanto morbo.

Morbo. O todo lo relacionado con su boca, pecho, piernas, ojos. Todo lo que le rodea me provoca. Tanto como me convence. Tanto que haría una maleta y me plantaría ahora mismo a la orilla de su cama a pedirle clemencia y guerra en partes iguales. Y mandar al diablo la compostura, la nobleza y la cordura.

Ah, y de iguales nada. Ella muchísimo más difícil que yo. Que no es que me quede corto en delicadezas pero me gana en tres o cuatro grados de suavicidad, tanto como de consetimiento. Tiene como ocho o nueve caprichos más. Porque encima la niña ha salido caprichosa. De éstas que piden fuera de carta. De éstas que no rompen ni pagan un plato. 

Y te ves ahí pidiendo los postres para dos. Donde ella sonríe, con toda la maldad puesta en sus labios. Poniendo la situación tan cálida que se ríe uno de los cuarenta y cinco grados de temperatura. Haciendo el encuentro muchísimo más difícil de lo que tenía pensado. Nada de encantados. Provocados. Hasta el límite de exceso. Beso. Sexo.

Difíicil. Por la distancia. Por todos los miedos. Por toda su labia. Por la mujer que vende, que es muchísimo menos que la mujer que es. Difícil porque uno ya no sabe si escribirle o escribirse a uno mismo.

Hasta dudar de si el título iba dirigido con todo el cariño y el amor hacia ella, o fue ella quién me lo dejó caer con toda la intencionalidad y alevosía.

Con la facilidad con la que ella llega y provoca. Con la facilidad que tengo yo de dejarme provocar...

Qué difícil somos, qué fácil nos lo ponemos...

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