jueves, 19 de mayo de 2016

La Sonrisa de Tus Fotografías


Fue lo primero que me llegó de ti: imágenes. Trazos pincelados y coloridos de tu figura. De tus momentos para el recuerdo. Fotos donde eras protagonista de un paisaje, al menos para mí, secundario. Ahí donde se te podía observar con total delicadeza y calma. En esos finitos retratos pasando uno tras otro, intentaba comprender por qué la atracción hacia tus formas era directamente proporcional a tu ser. Muchísimo más ser que el mío. Muchísimo más tu estar que mi presencia. Muchísimo más, tu parecer.

Sí. Te he buscado en las fotos, deseando que éstos recobraran vida a modo de hologramas futuristas y observar cómo caminabas por el paseo marítimo de fondo, cómo posabas tras ese montón de rosas, o ver cómo sonreías a cámara sin pensar yo, en otra cosa que no fueran tus palabras, tu cara, tu boca, tu mirada.

Y sí. Estoy enamorado del color de tu piel. Del marrón de tus ojos. De las formas de cualquier milímetro cuadrado de tu tez. Me he contagiado de tu presencia tanto que calmo tu ausencia en las fotos que dejas ver.

Todo tan deprisa, tan rápido como actúa mi corazón que no caía en la cuenta que esas instantáneas decían de ti muchísimo más que lo que fotografiaban. Y es que, al igual que en el amor, no es más importante lo que se ve que lo que se esconde. No es que eras guapa en las fotos. Es que te hacían guapa cada vez que alguien apretaba el botón de esa cámara para fotografiarte.

Y que no era yo el que paseaba contigo por ese jardín. El que en tus fotos se escondía tras tu sonrisa a cámara. Inmediatamente  las fotos planeaban por el aire hasta caer. Quedando aleatoriamente esparcidas por la alfombra de mi habitación, observé como algunas quedaban dándome la espalda. Pensé que no eran mías.

Ni tuyas. Quizás eran de otro. Y fotografiaban,
que no eras para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...