viernes, 4 de noviembre de 2022

Amores de entreguerras

Siempre viene bien una tregua. Entre cualquier batalla donde salimos heridos o ilesos, da igual, la paz de saber que nadie viene a robarte la dignidad, que nadie viene a fingirse los besos. Treguas de batallas donde tu cuerpo sangra por esas cicatrices que parecían cerradas, entre cualquier trinchera donde te escondiste de tanto amor roto, de tanto fuego amigo, de tanto sofá vacío, la paz de saber que nadie te hiere, que nadie te quiere, pero que nadie te daña.

Un pacto con cualquier diablo que venga a destrozarnos, con cualquier enemigo, con cualquier decepción. Que no están estas letras para tanta ilusión perdida, para tanto amor de guerra. Que siempre hemos ido a la deriva cuando el barco se fue a pique, y a algunos, la marea, nos ha dejado en alguna que otra playa virgen de tanta maldad.

Siempre hay un vencido. Un derrotado. Al amor se va con el testamento ya hecho, con la promesa jurada de un volveré que no sabes si piensas cumplir, con una mirada al frente, pero con todo un saco de trastos de historias pasadas. Al amor se va siempre con miedo, con resistencia, con freno, pero a toda velocidad. Derrapando por cualquier te quiero de plástico, por cualquier promesa de arena que se escurría entre mis dedos. 

Por eso valoro esos momentos donde el amor no está, donde al amor no se le espera. A lamerse como un gato las heridas. A escribirse mucho a sí mismo. Para hacer una lista de todo aquello que se nos quedó entre las sábanas, de todo aquello que se perdió tras una noche de este maldito verano que se fue.

Para no volver jamás.

Como sus abrazos,

Como sus besos.

Donde su piel desnuda hacía de mapa. 

Ahí, si que hicimos la guerra...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...