jueves, 24 de septiembre de 2020

Estrella fugaz

De apariencia sibilina. De estas que por mucho que corras detrás parece que nunca la vas a alcanzar. Diría que escurridiza, de estas niñas que nunca se están quietas. Que nunca se paran en algún lugar. De estos amores que corren deprisa, de los que te dejas llevar. Ella era, no sé como deciros, agua de río, corriente eléctrica, chispa, estrella fugaz.

Es cuando me mira a los ojos, cuando me sonríe por debajo de la mascarilla, cuando se mete conmigo de broma y me busca a sabiendas de que me va a encontrar. Juega como nadie. Me gana como la que más. Es azar, droga, deseo, vicio; vicio de verdad.

Me gusta porque sabe responderme con la misma medicina con la que yo la pico. Porque me da la sensación de que nos hemos enamorado al ratón y al gato. Porque nos hemos encaprichado sin florituras, a tiras y aflojas, a su velocidad de crucero y a mis miedos de un pasado que me estampó a tanta celeridad. Devolviendo las bromas como si de un partido de tenis se tratase. Esperando el momento, el sitio oportuno, el lugar. Es set y partido, competidora, inquieta, mala perdedora, increíble rival.

De curvas inquietas, sonrisa que esconde más las ganas que los besos. Y me gusta de ella, que podría levantarme y sacarme de las peores, que la quiero porque es tormenta, porque es trueno, lluvia, naturaleza viva, monzón. Que podría levantarme del sofá o provocarme una guerra de cojines donde la cama es la batalla final.

La busco, porque si le pido un deseo, me lo cumple. Porque el destino la trajo hasta aquí, porque las arrugas de sus comisuras me quitan años, problemas, miedos. Porque si la llegara a perder, no sé si me lo llegaría a perdonar.

Y estoy seguro de que nos vamos a volver a ver,

Aunque sea en otra noche, en otros labios,

En otra estrella fugaz.

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