No soy capaz de levantar la mirada del suelo. Me da vergüenza ajena moverme porque cada vez que lo hago doy un paso en falso. Clavé los pies y la mirada gacha en aquel brote verde que salía llamado esperanza. Y en parte me sentí afortunado, porque aún anclado tengo delante mía un campo lleno de flores y frutos dispuestos a devolverte la sonrisa que un muñeco de trapo sin sentimientos te arrebató.
Te molestaste en regarlo todos los días. En eliminar cualquier invasión insecticida que viniese a destruir lo cosechado. Y yo ahí, sin inmutarme.
Tuviste años y temporadas de bonanza alternado con algunos momentos de vacas flacas pero saliste del paso porque a fértil no había quién le ganara a esta tierra que me atrapa.
Mi más sentido pésame al odio, al orgullo y a la hipocresía que no cupieron en este huerto poco convencional pero que muy necesario. Y mi corazón parecía hecho de heno.
Las lágrimas que se derramaron no hicieron más que darle fuerza a eso que crecía a pasos agigantados. Que curiosamente brotó tras una tormenta.
Porque dicen que detrás de una tormenta viene la calma. Y aquí ando con los pies anclados en la tierra que quiero estar, con los brazos en forma de "T" esperando un abrazo que nunca olvidé, esperando a que algún día me levantes la cara del suelo y me digas "mi espantapájaros" ...
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Escribe bonito...