Decía algo así como ya el destino dirá, algo así como ojalá nos volvamos a encontrar, algo así como ya se verá. Un dejarse en leído de campeonato. Una esperanza descorazonada apostando en una partida de póquer a una pareja de dobles que evidentemente no tienes. A la porra la responsabilidad afectiva, al mismísimo cuerno la dignidad, todo al mejor postor y que ya el futuro dirá. Te juro que me río por no llorar. Que incredulidad la tuya, que miedo le tenías al amor.
Porque la cobarde fuiste tú. De eso no me cupo la menor duda. Que desde este otro lado de la frase la vida no se deja en manos de una ruleta roja y negra. Que desde este otro lado de la frase ya se ha conjugado el verbo querer sin hacerse daño. Aquí, desde este charco donde nos escribíamos, yo me creía Magallanes, que desde este océano de mentiras, el agua era dulce, y tu piel salada.
Por eso escribía con honor. Con una bandera que dibujaba un corazón medio roto en mitad de una tragicomedia. Recuerdo cuando te ibas. Me recuerdo cuando te ibas. Guapo, valiente, sabiéndome de la travesía que estaba dispuesto a recorrer.
A cambio un par de doblones de oro en forma de besos.
Ninguno valía tanto.
Al menos,
No tanto como yo, idiota.
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